Testimonios de la vida de Pilar Bellosillo

En esta página se recogen varios testimonios acerca de la vida de Pilar Bellosillo.

Un cometa de nombre Pilar

Por Marisa Sfondrini (Traducido)

Cuando oí por primera vez el nombre de Pilar Bellosillo era ya una mujer “mayor” (más de treinta años); era al principio se los años Setenta del siglo pasado, nosotros en Italia, en pleno ”Feminismo reivindicativo”, con declaraciones al grito de “el útero es mío y yo lo gestiono”, con el revolotear de prendas íntimas…

Sin embargo, esta era la parte folklórica de un movimiento de mujeres que tenía otros fines e ideas (si no ideales). Las “locas furiosas” como el mundo masculino a menudo las definía, no eran más que la parte visible de un iceberg que poco a poco maduraba y salía al descubierto: las mujeres no podían aguantar más la cultura machista que las tenía prisioneras en roles fijos a los que ya no se sentían de pertenecer si no parcialmente, sí muy parcialmente.Nosotros, en Italia, eran sobre todo las mujeres de la izquierda (socialistas, comunistas) que luchaban porque la igualdad de género (quizá entonces no se llamaba así) fuese reconocida, porque la mujer no fuera más aquella “che la tasa, che la piasa, che la staga in casa” (CITA 1) como se decía que la había definido un santo Papa, Pío X.

Yo estaba, en aquellos años Setenta, regresando a la Iglesia católica, después de años de lejanía y búsqueda. La Acción Católica se había convertido en mi “casa” y me complacía ser ayudada en mi formación a una fe reencontrada con alegría, pero especialmente por las mujeres de Acción Católica que veía que eran “adelantadas” también en el modo de pensar sobre la condición femenina.

No estaba de acuerdo con el “feminismo radical”, pero a la luz del Evangelio y del rol que las mujeres (aún excluyendo a la Madre de Jesús, ciertamente única) tenían en la relación con el Salvador que a ellas se dirigía y que el Evangelio hacía hablar, me hacían ser crítica con una Iglesia que no conseguía ponerse en línea con el Jesús de los Evangelios.

Fue de este modo que a la propuesta de María Dutto – mujer de relevancia en la diócesis ambrosiana, estrecha colaboradora de Giuseppe Lazzati en la Universidad Católica del Sagrado Corazón, primera vice presidenta y después presidenta de la Acción Católica ambrosiana – para probar también nosotras, bautizadas a expresar nuestra opinión “informada” sobre la condición femenina con la formación del Grupo de Promoción de la Mujer, acepté entusiasmada.

Esta larga premisa es para decir que he conocido (poquísimo verdaderamente en persona; mucho más por haber leído, acompañado con atención, reflexionado también sobre su función) a Pilar Bellosillo. María fue la primera que me habló de ella. Pilar había sido muy admirada por mi porque, aunque si todavía no muy cercana a la Iglesia, seguía con atención el Concilio Vaticano II. Y a mí, todavía ligada a una vieja imagen de mujer (a la Gertrud von le fort, para entendernos) que rechazaba, aquella “señorita” del aspecto tan gentil, gracioso, que en las reuniones de los padres conciliares no callaba, aunque como auditora no podía intervenir oficialmente, me impresionaba mucho.

La había descubierto como una especie de cometa que, al modo de aquella que había indicado el camino a los Magos, me estaba indicando un camino también a mí. Más tarde, en los años setenta precisamente, en el Grupo Promoción Mujer, aprendí a conocerla mejor; un par de veces tuve la ocasión de encontrarme con ella, de ver aquel rostro bello y abierto, de oírla pronunciar palabras de altura, que defendían con valor a las mujeres, especialmente a las más frágiles y pobres, aquellas que nunca habrían tenido “voz”.

Pilar Bellosillo era, en mi imaginación, como una especie de Juana de Arco sin armas ni armadura, o mejor dicho con la armadura y las armas pacíficas del Evangelio. Llamaba la atención sobre la creación de la humanidad, hombre y mujer amados igualmente por el Padre y con igual dignidad, la dignidad que también la cultura apoyada por la Iglesia oficial había contribuido durante siglos a no valorar. Santas como Clara de Asís, Hildegarda de Bingen, Catalina de Siena, etc, eran consideradas grandiosas excepciones, pero siempre excepciones.

Sabía que desde finales del 1910 existía una Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas… pero me parecía que no hacía todo lo que habría podido hacer, que fuese esta también solamente una especie de apoyo “político” a la cultura machista…

Pero no Pilar, ella no, ella con dulzura, con gracia, expresaba fuertes críticas, e indicaba fuertes vías a seguir… primera mujer en ser auditora en el Concilio (y con ella otras que conocía mejor, como la italiana Alda Miceli…) a hablar sin pelos en la lengua, aunque –repito- con gracia, exponiendo las dificultades de la “mitad del cielo” a encontrarse ya con una cultura que se estaba agotando, pero que no aflojaba.

Pilar, mi cometa, se había convertido para mí en una compañía que apoyaba por un lado mi pequeño compromiso “público” y por otro me permitía una comparación, una especia de debate entre lo que creía justo para las mujeres y lo que era justo para las mujeres. Sus propuestas estaban dirigidas a las bautizadas, pero recogían también las profundas exigencias de todas las mujeres.

España -al menos en mi imaginación- no brillaba entonces por estar en la vanguardia culturalmente; para mí era una Iglesia, la española, todavía bastante cerrada, un poco retrógrada. Probablemente era un juicio que nacía de la ignorancia; pero este juicio me hacía sentir aún más preciosa la presencia de Pilar Bellosillo.

Me había ayudado a reconciliarme también con la UMOFC, haciéndome entender que no era ciertamente el “salón de condesitas y marquesitas” que creía, sino un instituto que podía ayudar a todas las mujeres del mundo, también de aquel mundo que continuaba a llamarse en vías de desarrollo (¡que locución tan hipócrita!) a luchar por su propia dignidad, a hacer reconocer su misma dignidad de creadas a “imagen y semejanza”, tal cual como los hombres.

Cualquier cosa que se haga ahora o en el futuro para rendir homenaje a la “mujer fuerte” Pilar Bellosillo será bienvenida por mi parte. Espero que sobre todo las nuevas generaciones, que quizá se han encontrado “la papilla hecha”, conozcan el coraje, la inteligencia, la fe, la esperanza que han guiado la vida y la obra de mujeres como Bellosillo, mi cometa.

(1) Nota de la traductora. Dicho véneto que dice que la mujer debe estar en casa.

Pilar Bellosillo: convicción, coherencia, compromiso

Por Elsa A. Tosi de Muzio

Pilar Bellosillo: convicción, coherencia, compromiso. Tres palabras que reflejan el hacer de una mujer, que vivió la fe en la realidad de su tiempo, la esperanza como dinamismo del hacer, la caridad en el servicio. Supo leer los acontecimientos de su época y con una mirada que trascendía lo inmediato marcó rumbos hacia el futuro, dando los pasos urgentes que llevaban el nombre de “libertad” para las mujeres, “aggiornamento” para la Iglesia, ayuda para los países subdesarrollados. Fue una mujer, que en el decir del Papa Francisco, supo “primerear”, abriéndose a la voz del Espíritu, su iluminador, guía, fortalecedor. Su gran vocación, recordando sus palabras, fue: “…encargarse de la historia de la causa de Dios”, y lo hizo en plenitud, en el ámbito eclesial y el social, con firmeza, empeño constante, lucidez intelectual y discernimiento evangélico. En un tiempo y en un espacio donde no era habitual la acción femenina, ella fue pionera y no le falto coraje y decisión para aportar nuevas respuestas a situaciones y problemáticas inéditas que ganaban espacio en la sociedad. Hizo de su vida entrega y disponibilidad; opción que dejó su impronta en la Iglesia, las Organizaciones que integró y en las muchas mujeres de los cinco continentes, que por su contribución, lograron avanzar en la ruptura de las seculares vedas culturales de marginación y discriminación vigentes sobre ellas. Encontró en la UMOFC un medio propicio y fecundo para acrecentar las oportunidades providenciales que ofrecía la organización: desarrollar un feminismo humanista que reubicara a la mujer en relación simétrica con el varón, según los designios del Creador.

Gracias Pilar Bellosillo, tus huellas llevan grabadas, como tú misma lo dices: “El asombro de ir descubriendo la maravillosa claridad, coherencia de la obra de Dios, es indescriptible la luz, el gozo, el equilibrio, el orden, la paz y un amor renovado, son los frutos que va produciendo la verdad poseída”; intercede por nosotras mujeres de la UMOFC, para que sean esos frutos los que alimenten nuestras opciones y sostengan nuestro obrar.



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